Redimir las tinieblas:

Un cambio de paradigma en la Psicología Positiva

PSICOLOGÍA POSITIVA

Sharon Saadia Gitlin

4/4/20195 min read

¿Cuál es la primera imagen que aparece en tu mente cuando oyes el término “Psicología Positiva”?

Seguramente será una carita feliz o algún símbolo que refleje felicidad, optimismo y alegría. Así es concebida generalmente esta disciplina. De hecho, la Psicología Positiva ha sido entendida por muchos como la teoría y la investigación exclusiva de los aspectos positivos de la vida. Bajo esta acepción, todo lo que sea etiquetado como “negativo” debería ser rechazado y considerado fuera de la esfera de este campo de estudio.

Pero no hay nada más lejos de la verdad. La Psicología Positiva, en realidad, también estudia e investiga profundamente las experiencias humanas más difíciles y oscuras. En este sentido, tiene un valor potencial para el bienestar integral del ser humano.

A nadie le gusta sufrir, ni sentir emociones dolorosas. Todos anhelamos una vida en la que predomine la bendición de gozar instantes de luz, de amor y risas, y disfrutar al máximo nuestra estancia en el mundo. Sin embargo, lo queramos o no, la vida nos garantiza una buena dosis de situaciones complicadas; el lado oscuro nos acompaña, en incontables momentos y periodos.

Ahora bien, ¿a qué nos referimos con “el lado oscuro de la vida”?

Son los sentimientos, pensamientos, acciones y experiencias desafiantes que nos generan incomodidad. Con frecuencia, intentamos evitar o evadir dicha incomodidad, ya que suele activar emociones como miedo, dolor, preocupación, sufrimiento o confusión. Sin embargo, aunque no lo logremos ver a primera instancia, la experiencia de dichos desafíos conlleva una gran riqueza inadvertida. Es decir, “el lado oscuro” contiene la semilla hacia un resultado auténticamente positivo, incluso si el camino para alcanzarlo sea difícil y retador.

Nadie, absolutamente nadie, está a salvo de enfrentarse a esos momentos oscuros que sacuden nuestra vida: la pérdida de un ser querido, un fracaso laboral, una desilusión amorosa. De las pocas cosas que podemos estar seguros es que, tarde o temprano, todos atravesaremos algún tipo de crisis o situación que pondrá de cabeza nuestra realidad; momentos que amenazarán nuestra estabilidad y confianza en todo aquello que consideramos verdadero. Pero estas crisis son también una inesperada oportunidad de aprendizaje y de cambio que puede despertar lo mejor de nosotros.

Muchas veces, en situaciones extremas, el ser humano tiene la posibilidad de poner a prueba sus recursos personales latentes, reevaluar su sistema de valores, y reconstruir su forma de entender el mundo. Nos guste o no, estos momentos oscuros de la vida nos revelan el contexto necesario para que nuestra experiencia de crecimiento sea completa.

Con frecuencia, es sólo después de cierto tiempo que podemos finalmente entender el valor extraordinario de haber vivido dichas experiencias. Solo si elegimos enfocarnos en los beneficios potenciales de los momentos difíciles, es que podemos moldear una realidad más enriquecedora. Los aprendizajes nos permiten cultivar una versión más auténtica y mejorada de nosotros mismos.

¿Sientes presión por ser feliz? Vivimos bombardeados por una abundancia de libros, videos, películas, conferencias y cursos que nos venden la idea de que debemos ser felices. Tanto así que hasta nos pueden hacer sentir que hay algo mal con nosotros si de vez en cuando experimentamos emociones incomodas. Nada debe alejarnos de ese ideal de felicidad, nos dicen esos estímulos sociales y mediáticos. Pero eso sólo aumenta la necesidad de clarificar que ser feliz, de ninguna manera quiere decir “estar contento todo el tiempo”. Pensar de esta manera sólo nos hunde en la tiranía de la felicidad, la cual nos hace, por cierto, más infelices.

Todos tenemos altibajos, buenos y malos estados de ánimo, contratiempos y decepciones. Es parte de la condición humana. Nuestra meta no debe ser la “felicidad permanente”, cosa que, además de ser indeseable, es imposible. Más bien, a lo que debemos aspirar es a aprender a encontrar nuestras mejores formas de relacionarnos con dichos altibajos; a darnos el permiso y el espacio para vivir y enfrentar los problemas cotidianos; a profundizar en las abundantes lecciones que conlleva una crisis, entendiéndolas como invaluables oportunidades de transformación personal. Ésta es la única forma de aproximarnos a una vida más significativa y más próspera.

Regresemos entonces a la Psicología Positiva. Esta rama de la psicología ha sido definida como el estudio científico del óptimo funcionamiento humano. Pero la Psicología Positiva nació como una especie de antítesis a la psicología tradicional (que se enfocaba primordialmente en las enfermedades mentales, en los problemas, y en lo negativo del ser humano). En este sentido la Psicología Positiva, en su propuesta inicial, buscaba enfáticamente rectificar ese balance, enfocándose en las fortalezas, atributos y estados mentales “positivos” que conforman la salud mental.

Ahora bien, es una realidad que la psicología tradicional, como disciplina, demandaba a gritos la creación un campo de estudio que explorara “el lado positivo de la naturaleza humana”. Incluso, la psicología tradicional llegó a difundir, de manera implícita, que las experiencias negativas eran indeseables, y que debíamos intentar evitarlas. De acuerdo con esta concepción, las experiencias, cualidades y emociones positivas eran la vía insuperable para poder tener una vida plena.

Pero este énfasis exclusivo en “lo positivo” terminó siendo a su vez problemático, por lo que surgieron críticas a esta disciplina. Solo que estas críticas, en lugar de invalidar a la Psicología Positiva como campo emergente de investigación y tratamiento, paradójicamente, la ayudaron a que se desarrolle con mayor madurez.

Con el paso del tiempo, un grupo de académicos e investigadores consideraron que era necesario aclarar esta confusión sobre la naturaleza -paradójica y dialéctica- del florecimiento humano. Así, surgió lo que se llegó a conocer como la “Segunda Ola de la Psicología Positiva” (2004) o “Psicología Positiva 2.0” (2011). Y al día de hoy, la disciplina sigue en constante desarrollo y progreso.

Estos académicos modernos de la Psicología Positiva no buscan deshacerse de “lo positivo”, lejos de eso. Más bien buscan ampliar el objeto de estudio, adoptando una postura más matizada sobre lo que entendemos como como “positivo” y “negativo”. Hoy sabemos que estos elementos están íntimamente conectados, y deben ser valorados según el contexto en que se desenvuelven. Es decir, la Psicología Positiva moderna estudia, a profundidad, cómo el florecimiento humano se entreteje en la interacción compleja y dinámica de las experiencias positivas y negativas.

Claro que lo que busca la Psicología Positiva es orientarnos hacia un resultado positivo; pero este nuevo enfoque, más maduro, explora también el camino para llegar a dicho resultado, entendiendo que dicho camino puede ser difícil, doloroso y desafiante. Una vez que asimilemos que dichas experiencias oscuras son parte intrínseca del proceso de vivir, se abre la posibilidad de alcanzar frutos más luminosos.

Como escribe la académica y escritora estadounidense Brené Brown: "Sólo cuando seamos lo suficientemente valientes para explorar nuestra oscuridad, descubriremos el poder infinito de nuestra luz.”

La idea es, en suma, transformar la manera en que comúnmente vemos los momentos oscuros de la vida, y aceptar esa oscuridad como una hermosa oportunidad para crecer y florecer. En esencia, esta nueva visión dentro de la Psicología Positiva nos propone un cambio de actitud, un cambio de perspectiva. Implica elegir tanto la luz como la oscuridad que hay en nuestra vida, en una sintonía integral. Esto redefine nuestro entendimiento de la riqueza infinita que se esconde detrás de los aspectos más desafiantes de la vida.

En este sentido, la Psicología Positiva sigue evolucionando para otorgarnos herramientas prácticas que nos ayudan a manejar todas las vicisitudes de la cotidianidad, el abanico de emociones naturales que todos tenemos; y el complejo, pero fascinante, interjuego entre lo negativo y lo positivo, lo doloroso y lo placentero. Es un mapa útil que nos orienta a vivir nuestra mejor vida, ayudándonos a desarrollar la capacidad para enfrentar los retos de una manera más realista. En síntesis, es el acompañamiento idóneo para cultivar la semilla de grandeza que existe dentro de cada uno de nosotros.